martes, 26 de julio de 2011

El parque de Harry Potter

Si resulta fascinante ver en la pantalla de cine los escenarios de Harry Potter, imaginen lo que se siente al caminar por la calle principal del pueblo de Hogsmeade, al volar junto al joven mago por el castillo de Hogwarts o al beber una auténtica cerveza de manteca.

Así de mágica es la propuesta de The Wizarding World of Harry Potter, última área temática de Universal Orlando Resort. Diseñada por los directores de arte y de producción de la saga cinematográfica, recrea a la perfección el universo pergeñado por la escritora J.K. Rowling.

El hechizante mundo de Potter ocupa ocho hectáreas dentro de Islands of Adventure, parque aledaño a Universal Studios. Una vez flanqueada la entrada, los visitantes se encuentran en la calle principal de Hogsmeade, el pueblo mágico cercano a Hogwarts. Exquisitamente ambientada, reproduce cada detalle, como la “nieve” en los altos tejados. Un silbato y una columna de humo hacen desplazar la mirada hacia la derecha, donde el Expreso de Hogwarts, a escala real, y su sonriente maquinista, invitan a sacarse la primera foto.

Más adelante aparecen los mismos negocios que se ven en las películas. En Ollivander, el local de venta de varitas mágicas, se arman largas colas para ver el breve show en el que cada varita elige a su mago, al igual que en los libros. También pueden conseguirse las auténticas ranas de chocolate (aunque estas no se mueven) y las famosas grageas Bertie Bott´s de todos los sabores: ambas están en el negocio de golosinas Honeydukes. En Zonko´s, el local de chascos, hay “sneakoscopios”´, objeto que se ilumina cuando hay alguien poco confiable cerca; y en el restaurante británico Three Broomsticks, sirven cerveza de manteca.
En Universal se jactan de haber creado la fórmula de esta peculiar cerveza, que sólo puede probarse aquí, en este parque. En cuanto a su sabor, no está nada mal. Hasta el momento llevan vendidos un millón de chops.

En los puestos callejeros también se puede comprar jugo de calabaza y llevarse la simpática botellita de recuerdo. Todo contribuye a exacerbar el ambiente harrypotteresco. En el Correo de la Lechuza es posible despachar una carta con una stampilla certificada de Hogsmeade. Entre el público multitudinario que desfila por la calle, se ven jóvenes aprendices de mago, con túnicas hasta el piso y niñitos activando sus flamantes varitas mágicas.

Ahora, lo verdaderamente emocionante se vive en el juego principal, montado en la magnífica reconstrucción del castillo de Hogwarts: Harry Potter y el Viaje Prohibido. Primero hay que estar dispuesto a hacer una fila de más de una hora para ingresar. Nadie desiste de la espera, porque realmente vale la pena. Mientras se avanza lentamente, una vez dentro del castillo, la escenografía y la tecnología se confabulan para acortar la espera. Paso a paso se atraviesan el despacho de Dumbledore, la sala común de Gryffindor, la clase de Defensa contra las Artes Oscuras y, lo más asombrosamente logrado: los retratos parlantes. Decenas de cuadros colgados en paredes hablan entre sí, como en las películas. Pero aquí lo hacen de verdad, frente a nuestros ojos.

A continuación llega el vertiginoso paseo 3D por escenas inspiradas en las películas. Hay que ajustarse las barras de seguridad sobre los hombros para salir a volar con Harry Potter. La música a todo volumen y los asientos, a toda velocidad en vuelo virtual, crean la espectacular sensación de estar realmente dentro de un film. Así, es posible aparecer en un partido de “quidditch” y salir volando detrás de un Harry Potter montado en una escoba que mira y dice: “¡Follow me!”. El viaje incluye encuentros con dementores (los repugnantes seres usados como guardianes de la prisión de Azkabán) y con la araña Aragog, una recorrida por los alrededores de Hogwarts y por el bosque prohibido. Todo gracias a Kuka Robotics, una maravilla técnica de origen alemán, no muy recomendable para pequeños: es demasiado real. Para los más grandes, es una experiencia inolvidable.

Los más chicos pueden subirse al Vuelo del Hipogrifo, una montaña rusa suave de muy corta duración, que sobrevuela la choza del gigante Hagrid.  El tercer juego, Desafío de Dragones, es también para osados: una montaña rusa doble e invertida en la que, por momentos, los carros-dragones que avanzan por vías adyacentes, están a punto de chocarse.  Para coronar el día fantástico, hay que quedarse hasta la noche. Al anochecer, Hogsmeade es aún más mágico.

Fuente: http://www.on24.com.ar/nota.aspx?idNot=46263

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